Aunque esa división territorial no tenía existencia en la época medieval, una cierta homogeneidad tipológica se mantiene en la arquitectura de una amplia zona que, además de Segovia, se extiende por el territorio de las provincias limítrofes (Soria, Burgos, Ávila, Guadalajara y Madrid) que en la época se conocían como la Extremadura castellana.
Los centros más importantes, además de la propia ciudad de Segovia (a la que un viajero musulmán definió no como una ciudad, sino como una unión de aldeas,[1] bien definidas como parroquias, cada una en torno a su iglesia),[2] son las ciudades que acogieron los grandes concejos con comunidad de villa y tierra: Pedraza, Sepúlveda, Ayllón, Maderuelo, Fuentidueña o Cuéllar (arquitectura mudéjar de Cuéllar); pero notables ejemplos se encuentran dispersos por numerosísimos núcleos rurales.
En época más tardía llegó la influencia cisterciense, como en el Monasterio de Santa María la Real (Sacramenia).
[5] La convivencia con el mudéjar explica el extenso uso del ladrillo, especialmente hacia el oeste (Tierra de Pinares).
El estado actual de los edificios incluye en muchos casos particularidades de la arquitectura tradicional de la zona, no precisamente románicas, como son el esgrafiado segoviano y el tejado segoviano ("a la segoviana" o "a torta y lomo").