En Madrid encontró un panorama conservador donde sus propuestas para llevar a cabo obras de Pavlovsky no son bien recibidas.
En esa época conoce a Espacio Cero, compañía de teatro madrileña creada 1978 y hoy desaparecida.
Durante los años noventa su obra, diáloga de forma potente con el paisaje artístico contemporáneo: instalaciones, videocreación y performance.
El escenario devuelve a la sociedad de consumo, moralista e hipócrita, su rostro degradado y cínico.
Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo,en las que se llevaba al extremo este lenguaje escénico.
Puede resultar difícil entender que una obra con una violencia crítica expresada de forma tan directa haya resultado aclamada en el corazón de la misma Europa a la que esta crítica apunta, pero el arte moderno llega a funcionar así.
El artista se enfrenta a una maquinaria cultural con una impresionante capacidad de asimilar, envolver y convertir en producto de consumo la obra más radicalmente antimercado, lo que traducido en términos escénicos, daría un entretenido espectáculo, emociones fuertes y compromiso social pagados por la clase media intelectual europea, un sector social que en España ni siquiera ha adquirido la fuerza suficiente para llegar a programar este tipo de teatro.
Durante 2004 recurre a unas sencillas propuestas para presentar dos textos, que ya estaban escritos antes, en forma de monólogos, Borges y Goya.
La mesa de operaciones recuerda a la que tantas veces ha utilizado en sus obras, pero ahora todo tiene un aire distinto.
A pesar de la importancia este acontecimiento pasa prácticamente desapercibido para la opinión pública española.