Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina

[2]​ Urbina se propone superar el «eidetismo» propio de la filosofía clásica,[3]​ desde Platón hasta Gustavo Bueno.

Aunque Bueno, su maestro,[4]​[5]​[6]​ y Husserl son referentes fundamentales en su obra,[7]​[8]​ desde su tesis doctoral,[9]​ el filósofo salmantino ofrece una revisión crítica de la fenomenología husserliana.

En este sentido, su propuesta se asemeja a la corrección de Husserl planteada por Marc Richir,[10]​[11]​ desarrollando lo que él denomina una «fenomenología reformulada».

Urbina critica su tendencia al reduccionismo extremo, señalando que en el caso de Henry, la trascendencia horizontal —la que permite el conocimiento científico y natural del mundo— queda sustituida por la relevancia de la trascendencia vertical, enfocada en la donación.

En contraposición, surge la fenomenología no estándar, que encuentra su base principal en el pensamiento de Marc Richir.

Las «aparencias» son la consecuencia de las operaciones realizadas en los vectores intencionales, mediadas por contenidos hyléticos.

Dado que lo hylético no es inmanente (fenomenológicamente), junto a la trascendencia horizontal objetiva basada en las síntesis realizadas, debe funcionar una trascendencia vertical, cuya función parece paradójica: establece un límite necesario —que se detiene en un abismo—, pero lo deja abierto de alguna forma.

Ahora, con la estromatología, sin concesiones al irracionalismo ni al misticismo esotérico, la racionalidad humana se constituye primero como intencionalidad y luego, dependiendo del orden oculto de la lógica intencional, se configura como eidética.

Y ve en la fenomenología, sobre todo la heredera de la Husserliana —menos la del Husserl clásico— la única filosofía que ha llevado a cabo indagaciones que son, sin ni siquiera habérselo propuesto expresamente, una convalidación de los supuestos cuánticos.

[26]​ En 2021, con Orden oculto, explica detenidamente por qué la organización inicial cuántica de la materia coincide con el nivel originario fenomenológico.

En el terreno científico, son las leyes cuánticas las que explican a la física clásica, y no al revés.

La matriz cuadrada fenomenológica es un modelo teórico que explica por qué hay tres dimensiones elementales en la naturaleza humana y tres niveles fundamentales en donde se despliega su actividad vital y el proceso del conocer.

Esta columna, frente a las otras dos, no sufre variaciones al recorrer los diferentes niveles o estromas.

Pero la autonomía eidética, aunque recorre amplios tramos por su cuenta, no puede independizarse de la intencionalidad.

Sin embargo, todo ello ha sido posible en virtud de la estructura antropológica profunda —de escala fenomenológica— contenida en el animal estromatológico.

El planteamiento que rige todo ese despliegue obedece al principio de correspondencia.

Y tras el animal, el ser humano, pero este no es un escalón más y en continuidad en la escala natural, sino que lleva a cabo un movimiento de inversión —una especie de torcedura o de desvío óntico, al aparecer un funcionamiento invertido—, y es en ese punto cuando el animal añade a sus capacidades apotéticas naturales, una nueva dimensión de lo real, la intencionalidad, que al constituirse como un «campo funcional» dará lugar a una especie de desdoblamiento, la eidética, el lugar donde son posibles síntesis universales y no sometidas al tiempo, esto es, dará lugar a la verdad matemática.

Pero hay algo nuevo, los conocimientos ya no nacen de una racionalidad «pura» e independiente sino que se despliegan desde las estructuras intencionales.

Y según podemos leer en Orden oculto: Las ciencias humanas hunden sus raíces en los tres niveles estromatológicos.

Urbina retoma a Dios como una indagación estrictamente fenomenológica y en crítica abierta con las distintas ideas mitológicas sobre lo divino.

Desde un punto de vista diacrónico, la comunicación etológica del primate prehumano se vuelve cultura en un momento evolutivo.

Y cuando la información llega a institucionalizarse como enseñanza, el proceso se cierra en firme.

En Por amor al Arte,  música, artes plásticas, poesía, teatro, novela, fotografía, cine, danza... se analizan en su singularidad[32]​, pero no solo, porque esta obra procede a definir qué se entiende por Arte y qué por estética en el interior del sistema estromatológico[33]​.

Lo que tenemos es un campo intencional en formación donde primero se despliega en un plano original un campo intencional (protocampo) que se halla escindido en dos, con una zona a la izquierda y otra a la derecha (según el modo de hablar Urbina).

Una vez que el campo intencional (en formación) contiene ya objetos, estos objetos pasan desde la zona derecha a la izquierda (desde los conocimientos propios a los impropios) y pueden ya recorrer de abajo arriba (en la anábasis) los tres estratos que ya han quedado configurados en el proceso anterior de bajada de niveles (estratos en la catábasis).

Y en la autopista (por así decir) formada por la hypérbasis estetizante, se conforma en tres niveles (de subida: anábasis) la zona del Arte.

Pero situados ante una obra de arte ya estabilizada, es el receptor quien se pone a prueba.

Dada la complejidad que se abre, quien más quien menos tendrá limitaciones de recepción (e incluso cegueras), entre otras cosas porque las inclinaciones y experiencias anteriores estarán influyendo fuertemente.

Posteriormente, algunos seguidores del Materialismo Filosófico se han posicionado a favor de Bueno y en contra de Urbina, en diversos artículos aparecidos en El Catoblepas, El Basilisco o en conferencias organizadas por la Fundación Gustavo Bueno.

Además de los desarrollos en Francia, Italia, Portugal y España, múltiples países latinoamericanos —México, Perú, Chile, Argentina, Colombia, Bolivia, República Dominicana, Costa Rica, Brasil…— desarrollarían en la actualidad un modo de hacer fenomenología específico, frente a lo que sería una «Fenomenología del Norte».