Con el clima político en tensión, en Pernambuco, el Ejército fue llamado para contener rebeliones populares, descontentas con el nuevo Gobierno estadual.
El 29 de junio del mismo año, Hermes da Fonseca telegrafió a Recife, exhortando a que los militares no reprimieran al pueblo, lo que le valió terminar, por esa razón, encarcelado tres días más tarde.
La prisión de Hermes da Fonseca, la más alta figura militar del país, y la clausura del Club Militar por decreto presidencial, fueron percibidos como una afrenta a los militares del Ejército, quienes aumentaron su descontento con la nominación hecha por el presidente Epitácio Pessoa de un civil como Ministro de Guerra, el historiador João Pandiá Calógeras.
Cercados por las fuerzas leales al Gobierno Federal, los rebeldes no tuvieron más alternativa que entregarse.
El Gobierno, los mexicano informado del movimiento, se anticipó e hizo reaccionar a los principales comandos militares de la capital.
El capitán Euclides Hermes y el teniente Siqueira Campos permitieron, entonces, la salida de todos aquellos hombres que no quisiesen combatir.
Bajo bombardeo naval, el teniente Siqueira Campos, presionado por los remanentes de la tropa, tomó una decisión suicida: los sublevados no resistirían en el Fuerte ni bombardearían Río de Janeiro, como habían llegado a amenazar.
A las 13 horas del día 6 de julio, los rebeldes iniciaron la marcha por la Avenida Atlântica.
Frente al Hotel Londres, quedaban dieciocho militares revoltosos, a los cuales se adhirió el ingeniero Otávio Correia, amigo personal del teniente Siqueira Campos.