Con la caída del Reino de Nápoles en manos austracistas (1707), el pretendiente confiscó sus propiedades y feudos, que no serían devueltos a su hijo y sucesor hasta 1725, por el Tratado de Viena.
Pópoli decidió no intentar el asalto debido a su penuria de medios.
Los barceloneses, creyendo que el Emperador Carlos quedaba como Conde de Barcelona, se reafirmaron en su resistencia.
Viendo la tenacidad de la revuelta catalana, Felipe V ordenó enviar a las tropas de Flandes y Sicilia para poner sitio formal a Barcelona.
Entretanto, Pópoli se trasladó a Madrid, para rendir cuentas ante el Secretario de Hacienda, Jean Orry.