Bajo su mandato la capital campana y todo el reino en general conocieron su máximo desarrollo cultural y económico, lo que condujo a la creación de numerosos lugares monumentales que demuestran el elevado nivel alcanzado.
Los primeros palacios reales fueron los de Portici y Capodimonte, ambos concebidos como residencias de campo, la primera construida cerca del mar y la segunda en una frondosa colina que dominaba Nápoles.
[2] Por motivos de seguridad, la localidad elegida fue Caserta, más alejada del mar que Nápoles.
El palacio ha sufrido numerosos daños durante su historia, teniendo que recibir varias restauraciones importantes que han modificado su aspecto original, sobre todo el de la fachada principal.
La restauración más importante se produjo durante la época de Fernando II de las Dos Sicilias, quien reinó entre 1830 y 1859 y encargó en 1837 al arquitecto Gaetano Genovese que realizara obras interiores que restituyeran el esplendor a las salas del edificio que habían sido dañadas gravemente por un incendio.
[4] Además, antes de Fernando II, Carlos III construyó junto a la residencia real el Teatro San Carlo, modificando además algunas estancias del edificio para permitir que el rey pudiera trasladarse de su residencia al teatro sin tener que salir a la calle.
Además, en este período el palacio alojó al pontífice Pio IX.
La Casina Vanvitelliana fue construida en 1782 en un pequeña isla del Lago Fusaro, en el municipio de Bacoli.
Entre los numerosos hombres célebres, en el interior del edificio se alojaron Wolfgang Amadeus Mozart, Gioachino Rossini y, más recientemente, el Presidente de la República Italiana Luigi Einaudi.
Sustancialmente la antigua residencia se presenta tal y como la quiso Carlos III de España.