Habiendo quedado huérfanos, los tres hermanos se retiraron a las Hoces del Duratón en busca de soledad y espiritualidad.
Sus hermanos se trasladaron entonces a Caballar, donde posteriormente son decapitados por los musulmanes en una de las campañas contra el cristianismo.
Parece que el prior de San Frutos cedió únicamente parte de los huesos al obispo Pedro, quedando otros en el monasterio, e incluso otros donados a otras congregaciones.
[3] Las reliquias donadas a la catedral continuaron desaparecidas en algún lugar del templo durante siglos hasta que el célebre Juan Arias Dávila, impulsor de la primera imprenta española, la imprenta de Segovia, puso todo su empeño en buscarlas hasta encontrarlas.
Cuando el rey Carlos III de España donó a la catedral el retablo de los santos segovianos que había ejecutado Ventura Rodríguez en 1784 para la capilla del Palacio Real de Riofrío, las reliquias se ubicaron con su urna en la hornacina central, donde son veneradas en la actualidad.