En 1279 Ermengarda heredó el condado y poco más tarde murió sin descendencia.
No sintiéndose bastante fuerte para hacer valer sus pretensiones por las armas, Adolfo se declaró vasallo del duque de Brabante y posteriormente vendió sus derechos a Juan I.
Empeñado con los condes de Flandes y trastornado por la derrota de Worringen y las tierras que había perdido, se entregó a la piedad, dando muestras de locura.
Se formó entonces dentro de sus dominios un partido de descontentos, encabezado por su propio hijo, que derivó en guerra abierta en 1316.
La guerra concluyó dos años más tarde por la mediación del conde Guillermo de Henao, poniendo al joven Reinaldo al frente de la administración del ducado.