Rafael Solana es considerado el renovador del teatro mexicano.
Después de Rodolfo Usigli, fue Solana quien se atrevió a romper con la “tradición” en la que “los autores se presentan furiosos contra el gobierno, las costumbres, la familia, los padres, los hijos”[1], y quien, en la segunda mitad del siglo XX mexicano, cultivó la farsa y la comedia.
Solana trazó el camino que dramaturgos como Hugo Argüelles, Jorge Ibargüengoitia, José Fuentes Mares, Tomás Urtusástegui y Víctor Hugo Rascón Banda siguieron después.
A su autoría cuentística se deben 22 narraciones, las cuales lo hacen brillar con luz propia, pues para Claudio R. Delgado, Solana en sus cuentos "se distingue por ser un autor que huye de lo dramático, de la manía insistente y en ocasiones fastidiosa de transformar en melodrama lo que observa a través de su aguda crítica; esa realidad que el escritor prefirió retratar a través de su obra y analizar desde lo ridículo, lo satírico, lo gracioso y alegre".
Es más probable que la influencia cuentística en Solana venga de Efrén Hernández.