La leyenda medieval de las Siete Ciudades se origina con la invasión de los moros a la península ibérica, donde según el relato, siete obispos salieron desde la ciudad de Oporto (según la versión original portuguesa) o desde Mérida (según la posterior versión española) y se establecieron en una tierra ubicada al oeste, cruzando el mar, donde cada uno habría fundado su propia ciudad.
[1] El descubrimiento de América en 1492 y las historias sobre la existencia de grandes ciudades al norte del continente hicieron que el fray Marcos de Niza afirmara, sin mayor fundamento, que allí se escondían las legendarias Siete Ciudades, lo que provocó su intensa búsqueda durante los años subsiguientes sin ningún resultado.
Según el relato original siete obispos lusos partieron de la ciudad de Oporto y se establecieron en una isla o tierra ubicada al oeste, cruzando el mar, donde cada uno habría fundado su propia ciudad.
[7] Ansioso por iniciar la conquista del territorio que ya se denominaba como la Nueva España, Velázquez comenzó a organizar la siguiente expedición, inclinándose esta vez por Hernan Cortés como capitán general de aquella empresa.
[8] Los españoles continuaron luego hacia Cholula donde fueron bien recibidos por los nativos, sin embargo Cortés sospechaba que tras esa fachada de amabilidad posiblemente se estaba entretejiendo una traición en su contra.
Doña Marina decidió entonces fingir que se encontraba oprimida y sometida en contra su voluntad, ganándose así la confianza de la india anciana quién le advirtió que debía huir lo más pronto posible puesto que Moctezuma tenía veinte mil hombres apostados a poca distancia de la ciudad preparados para iniciar el asedio contra los extranjeros.
[9] Tras la instalación de los españoles Moctezuma quedó virtualmente como un prisionero voluntario de éstos, aunque Cortés le permitió continuar presentándose en público y acudir a los templos entre otras actividades, como forma preventiva para evitar posibles disturbios del pueblo mexica.
La resolución de Cortés agradó mucho a Moctezuma por ser benigna y eficáz por lo que decidió implementarla.
Todos los interlocutores coincidían en remarcar la dificultad para acceder a aquellas tierras, aunque la versión variaba ampliamente según el autor ya que algunos hablaban de amazonas invencibles, otros decían que había montañas altísimas o ríos anchos como un mar.
[12] En cambio, otros historiadores afirmaban que Aztlán existía o habría existido y que su ubicación aproximada podría haberse hallado al noroeste del Altiplano Central, más precisamente en el estado de Nayarit.
[13] Durante años se afirmó que Ponce de León había pretendido encontrar en Norteamérica la mítica fuente de la eterna juventud que "tornaba mozos a los viejos", sin embargo esta creencia es actualmente desestimada por los historiadores, quienes sostienen que se trata de una falsa leyenda surgida bastantes años después del primer arribo a Florida.
[14] En un momento dado el gobernador ordenó armar cinco balsas y poco después, ante la diferencia de opiniones sobre que dirección tomar, la expedición terminó dividiéndose.
[14] Para el año 1532 solo se encontraban con vida cuatro expedicionarios: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y un esclavo moro llamado Estevanico.
Estos supervivientes desembarcaron en la costa de Texas y decidieron encaminarse tierra adentro, siendo en este caso bien recibidos por los indios.
[14] En un pueblo, los nativos les entregan a los españoles un cascabel gordo y grande, hecho de cobre, con un rostro labrado.
Este dato les hizo pensar a los conquistadores que por allí podía existir una civilización avanzada con capacidad para fundir y labrar metales.
En su libro de viaje afirmó que algunos nativos les contaron leyendas sobre ciudades con grandes riquezas.
Estebanico no esperó al fraile, sino que siguió avanzando hasta llegar a Háwikuh Nuevo México.
El Virrey organizó una expedición militar para tomar posesión de aquellas tierras.
Francisco Vázquez de Coronado llamó Quivira a un asentamiento indígena del que ya no se conoce la ubicación.