En óptica, un prisma es un objeto capaz de refractar, reflejar y descomponer la luz en los colores del arcoíris.
Séneca, sin embargo, atribuía los colores del arco iris en esta época a falsos colores fugaces como los reflejos iridiscentes de las plumas de las palomas[8].
En 1275, Vitellion reprodujo este fenómeno llenando un prisma de base hexagonal con agua, haciendo pasar la luz a través de él, la luz se descompone[9].
Desde principios del siglo XIX, las investigaciones sobre el eter fueron cada vez más numerosas, y los experimentos para demostrar su existencia se multiplicaron.
De acuerdo con la ley de Snell, cuando la luz pasa del aire al vidrio del prisma disminuye su velocidad, desviando su trayectoria y formando un ángulo con respecto a la interfase.
Los prismas reflectantes se utilizan para reflejar la luz, con el fin de voltear, invertir, girar, desviar o desplazar el haz de luz.
Los prismas reflectantes, que suelen estar hechos de vidrio óptico puro, utilizan la reflexión total interna para conseguir una reflectividad casi perfecta en sus facetas en las que incide la luz bajo un ángulo oblicuo suficientemente alto.
La dispersión espectral es la propiedad más conocida de los prismas ópticos, aunque no es el propósito más frecuente de utilizar prismas ópticos en la práctica.
El rendimiento óptico global de este cubo viene determinado por la fina película.
El cubo también puede eliminar los efectos de etalón, la reflexión lateral y la ligera desviación del haz.
Pueden o no emplear la reflexión interna total; Suelen estar hechos de un material cristalino birrefringente como la calcita, pero otros materiales como el cuarzo y el borato de bario beta α-BBO pueden ser necesarios para aplicaciones UV, y otros (MgF2, YVO4 y TiO2 ampliarán la transmisión hasta el rango espectral del infrarrojo.