Temiendo defraudarles, se puso a rezar ante una imagen de la Virgen hasta quedarse dormido.
En sueños se le apareció la Virgen, que le otorgó el don de la elocuencia al ponerle en la boca leche de su propio pecho.
Hay cuadros sobre este tema en el Museo del Prado (Juan Correa de Vivar, 1545, Alonso Cano, 1650, y Bartolomé Esteban Murillo, 1660).
[1][2] No deben confundirse estas visiones marianas con la visión mística en la que Cristo y San Bernardo se abrazan.
[3] Como tema artístico, fue tratado en un famoso cuadro de Francisco Ribalta (hacia 1626, Museo del Prado).