El crítico Claude Rostand, en julio de 1950, en un artículo del Paris-Presse, describe a Poulenc como «mitad un monje, mitad un granuja» ("Le moine et le voyou"), una etiqueta que se adjunta a su nombre para el resto de su carrera.
Su madre, pianista aficionada, le enseñó a tocar y la música formaba parte de la vida familiar.
Dado que fue un pianista capaz, el piano tomó gran parte en sus primeras composiciones.
Poulenc era miembro de Les Six, un grupo de jóvenes compositores franceses, Milhaud, Auric, Durey, Honegger y Tailleferre, que también tenían vínculos con Erik Satie y Jean Cocteau.
[5] en 1957, su último gran amor le motivó poner música al monodrama de Cocteau, La voix humaine.