El contrato preveía la realización de la obra en tres años y su completa autografía, además de obligarse a controlar y, si hacía falta, restaurar, la pintura en los diez años posteriores.
Tampoco respetó la autografía: se nota en él la mano de un alumno, no identificado.
San Bernardino de Siena, representado con la aureola, pone un importante término post quem, porque fue proclamado santo sólo en 1450.
El resto es dudoso si lo pintó él o un alumno desconocido, y las cinco tablillas de la predela serían del pintor camaldulense Giuliano Amidei, quizá incluso pertenezcan a otro políptico.
En el centro se encuentra la Virgen de la Misericordia, que es la parte más destacada y conocida del retablo.
La Virgen de la Misericordia protege a sus seguidores envolviéndolos en su manto, en un gesto muy significativo.
Piero della Francesca sitúa en el centro la figura principal, colocando a las demás de manera simétrica y en paralelo.
Al día siguiente, las fuerzas aliadas pudieron apoderarse de la aldea sin la menor dificultad.