[1] Por esta propiedad, un mismo cristal puede aparecer con coloraciones diferentes dependiendo de la orientación con la que haya quedado situado en una preparación microscópica.
En los cuerpos isótropos, la coloración es independiente de la dirección en que se propagan los rayos luminosos en su seno.
No ocurre lo mismo con los cuerpos birrefringentes, pues en estos el color visible depende del ángulo que forman los rayos con los ejes cristalinos.
Algunos cuerpos son sustancialmente opacas ( μ >> 1), es decir que la transmisión de la luz visible tiene una intensidad imperceptible incluso para las muestras más delgadas.
Este fenómeno de coloración por absorción selectiva en el color complementario no constituye en sí el fenómeno del pleocroísmo (a lo sumo se podría hablar de "monocroísmo" o simplemente de "croísmo"); para que se produzca el fenómeno del policroísmo es necesario que el material sea ópticamente muy anisotrópico.
Por ejemplo, la hiperstena, con dos ejes ópticos, puede tener aspecto rojo, amarillo o azul cuando está orientada de tres formas diferentes según las tres direcciones del espacio de sus ejes cristalinos.
Los colores pleocroicos están en su máximo cuando la luz es polarizada en paralelo con un eje cristalográfico.
En estos casos, se examina una lámina delgada del mineral bajo luz polarizada con un microscopio petrográfico.