Esta evolución continuó en la Pintura del Trecento (siglo XIV), con las escuelas florentina y sienesa, que desarrollaron un nuevo lenguaje pictórico que finalmente desembocó en el Renacimiento del Quattrocento (siglo XV).
Maestros del mosaico locales culminaron la obra que fue iniciada por artesanos orientales.
En estos mosaicos se aprecia una mayor libertad de composición y unos fuertes acentos paleocristianos y románicos en la elección de los temas históricos o étnicos, muy próximos a las escenas cotidianas presentes en las esculturas de las catedrales, los cuales se superponen a los bizantinos (que son los temas principales: litúrgicos o teológicos) de tal forma que permiten a la crítica decir que en San Marcos los temas occidentales hablan en lenguaje bizantino.
Es la maniera greca que reinará en la pintura italiana durante el Duecento.
En la Florencia del siglo XIII, Cenni di Pepo, llamado Cimabue (1240-1302) fue pintor, arquitecto y mosaísta que participó en la realización de los mosaicos de la cúpula del Baptisterio.