[3] Estos hechos han convertido a los rohinyá, según el periodista español Alberto Masegosa, en «la minoría étnica y religiosa más perseguida del planeta».
Huyendo del horror, 700.000 miembros de la comunidad se refugiaron en la vecina Bangladés, con cuyos habitantes comparten lengua y etnia (la bengalí) y religión (el islam) pero que, como Birmania, les niega el derecho a la ciudadanía.
La nación está dominada por su mayoría étnica, los bamar (68%), que son budistas.
[10][11] La persecución actual de los musulmanes rohinyás en Birmania se remonta a los años setenta, siendo perseguidos por las dictaduras militares y los budistas nacionalistas.
Según Amnistía Internacional,[12] los rohinyás han sufrido violaciones de derechos humanos bajo las dictaduras militares birmanas desde 1978, y muchos han huido al país vecino de Bangladés como resultado.
Así los rohinyá fueron a partir de entonces además de innombrables ―los diplomáticos destinados en Birmania son reconvenidos por las autoridades birmanas si utilizan el término “rohinyá” para referirse a ellos―, incontables, pues «nunca serían ya incluidos en ningún censo».
Al mismo tiempo hubo insurrecciones en algunos poblados rohinyá, que fueron reprimidas por el ejército birmano (Tatmadaw) ―produciéndose muertos entre los sublevados― y varias aldeas fueron arrasadas como represalia.
[19] Según Alberto Masegosa, «la respuesta fue un castigo colectivo al pueblo rohinyá».
[20] Según las autoridades birmanas en los ataques habrían muerto trece policías y militares birmanos, mientras que habría habido más de 400 bajas entre los atacantes, sin que las fuerzas gubernamentales hubieran disparado contra civiles.
[22] Las aldeas rohinyá y los campos de cultivo fueron arrasados como mostraban las fotografías tomadas por satélite en las que solo se podían apreciar manchas oscuras donde antes había habido poblados y terrenos de labranza.
Por su parte Amnistía Internacional denunció que el ejército birmano se proponía construir en esos terrenos tres nuevas bases militares.
[27] El campo más grande se levantó en el distrito de Kutupalong, a cuatro kilómetros de la frontera con Birmania y que ya existía en 1978, año del primer éxodo rohinyá.
[30] Pero la presidenta de facto del gobierno birmano, la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, negó que hubiera habido limpieza étnica, alegando que «también han muerto budistas».
[36] Pero cuando tras su estancia en Birmania viajó a Bangladés, allí se entrevistó con un grupo de refugiados rohinyá a los que les dijo: «la presencia de Dios hoy se llama rohinyá».
[42] A principios de 2022 ya habían sido trasladadas a la isla unas 17 000 personas, en la mayoría de los casos bajo coacción, mientras que la situación en los campos seguía siendo insostenible, agravada por incendios e inundaciones.