Frecuentemente encontramos el manejo de los términos sordera e hipoacusia como sinónimos aun cuando no lo son.
La pérdida auditiva es mayor de 70 decibelios, lo que les permite oír sólo algunos ruidos fuertes del ambiente como los provocados por una motocicleta, una aspiradora, una sierra eléctrica o un avión.
Las personas con hipoacusia habitualmente utilizan el canal auditivo y el lenguaje oral para comunicarse.
A menudo la disminución auditiva lleva a presentar en los niños/as conductas anormales, esto hace que el diagnóstico se dificulte, se confunda con un niño distraído, falto de comprensión, autista e incluso discapacitado intelectual, sin embargo estos niños/as pueden ser tan inteligentes como cualquier oyente.
Se considera un problema grave a partir de una pérdida severa o mayor, porque con pérdidas menores a 70 decibeles, aun cuando sean desde el nacimiento, los niños pueden adquirir, por un lado el conocimiento sobre la funcionalidad del lenguaje y por otro lado la gran mayoría de sus elementos fonológicos, sintácticos, pragmáticos y semánticos.
La sordera afecta a la generación y desarrollo de las representaciones mentales, basadas en sonidos y/o grupos fonológicos del habla.
[8] Este tamizaje auditivo, que se hace a las pocas horas del nacimiento, [9] consiste en colocar un pequeño audífono en el oído del bebe durante unos segundos y registrar su capacidad auditiva.
[15] Se coloca el diapasón en la línea media, y según que oído perciba mejor el sonido, se dará un diagnóstico: La Prueba de Schwabach compara la vía ósea del oyente y el examinador.
Sirve para valorar la capacidad de reclutamiento, la fatiga auditiva y la adaptación en la hipoacusia neurosensorial.
A menudo la pérdida de audición conductiva puede corregirse con audífonos o tratamiento quirúrgico (Implante coclear).