Parque nacional Desierto del Carmen
Este parque alberga al convento del Santo Desierto, construido por la orden de los Carmelitas Descalzos en el siglo XVIII.Tomada la decisión las autoridades religiosas hicieron sus gestiones para obtener la licencia, pero el real Gobierno no estaba muy anuente en autorizar la nueva fundación.Las propiedades de los religiosos eran muy grandes y cada nueva fundación parecía implicar una substracción al poder real.Además un Desierto no era un convento cualquiera, pues mientras el segundo representaba una superficie mensurable en varas, el primero tenía que medirse en leguas.Y ciertamente no era poco lo que ofrecían, porque de acuerdo con un avalúo practicado por el ingeniero militar Miguel Contansó, tan solo el terreno y la cerca pasaban de $47,200, sin entrar en esta cuenta la madera del bosque ni el monasterio.Otra discusión surgió sobre si debía o no cercarse el Desierto, porque se pensaba en la enorme cantidad de varas cuadradas que quedarían substraídas al uso común, pero los religiosos argumentaron justificadamente que sin la barda no se podrían proteger ni la seguridad ni el retiro de sus moradores.Agregaba que, a juicio de peritos, podría colocarse la primera piedra entre el 20 y el 24 del próximo noviembre.Se aclara que el monasterio estuvo abandonado durante casi un siglo, desde 1854, con motivo de la exclaustración, hasta 1951 cuando volvió a instalarse la comunidad religiosa.Los estragos que el abandono ocasionó se han ido reparando hasta donde sea posible (Ibid: 29).En efecto, los Santos Desiertos parecen situarse al final de la larga evolución del mito sostenido en varias religiones sobre un Edén o supuesto paraíso.El paraíso o jardín edénico es representado como un espacio cerrado y circular (Báez: 31).Los Santos Desiertos, como espacio cerrado y sacralizado, evocan esa idea del hortus conclusus.Pero el Santo Desierto es también una imagen del hortus conclusus en su sentido de jardín edénico, como espacio cerrado destinado únicamente a los ermitaños que lo habitan como si fuera, por encima del mundo, un paraíso de anacoretas (Ibid: 34).