Urbano VI

Los cardenales se encontraban divididos en tres facciones, cada una con su propio candidato a suceder a Gregorio XI: dos francesas (lemosinos y galicanos) que sumaban diez cardenales, y una italiana que contaba con cuatro miembros.[1]​ Pero el elemento que verdaderamente influiría en la elección papal fue el pueblo romano, quien temeroso de que si la elección recaía en un cardenal francés, la sede papal retornaría a la ciudad francesa de Aviñón, se concentró a la entrada del cónclave con gritos de "romano lo volemo" (romano lo queremos) y "al manco italiano" (al menos italiano).[2]​ Dado que los únicos romanos presentes no eran aptos, uno (Francesco Tebaldeschi) por ser demasiado viejo y otro (Pietro Orsini) por ser demasiado joven, y presionados por las manifestaciones en la Plaza de San Pedro, los cardenales optaron por elegir a un italiano, el napolitano Bartolomeo Prignano, arzobispo de Bari, que al no ser cardenal no se encontraba participando en el cónclave, por lo que fue reclamada su presencia, manteniéndose su elección en secreto ya que era preciso su consentimiento.Gracias a esta estratagema los cardenales pudieron abandonar el cónclave, pero al correrse por Roma la voz de que todo es un engaño, el pueblo, al grito de “¡non le volemo!” y "mueran los cardenales", impide que estos abandonen la ciudad.Por otra parte, Urbano VI se creó enemigos al entrometerse en la política del Reino de Nápoles, insultando a Otón IV de Brunswick-Grubenhagen y declarando que el reino estaba mal gobernado por Juana I de Nápoles,[4]​ a quien amenazó con deponer y meter en un convento por no haber pagado los tributos que Nápoles debía a la Santa Sede por ser feudo pontificio.El Sacro Imperio Romano Germánico, Flandes e Italia, con excepción de Nápoles, consideraron legítimo a Urbano VI; Castilla, Aragón y Navarra se declaran en una prudente espera, mientras que el resto de Europa dio su apoyo al antipapa Clemente VII.El colegio cardenalicio que estaba a favor de Urbano VI, pronto se aliarían con el rey, para buscar la manera de deponer al papa o al menos arrestarlo.[4]​ La respuesta del rey no se hizo esperar, Nocera fue sitiada por sus ejércitos, pero Urbano VI defendió el lugar.Sin embargo, por falta de recursos la tropa desertó y Urbano VI regresó a Roma.
Urbano VI es sitiado por el ejército de Carlos III de Nápoles. Crónicas de Giovanni Sercambi