La pequeña ciudad construida en lo alto de esta montaña, a 833 metros sobre el nivel del mar, posee un panorama excelente sobre el altiplano que se encuentra a su alrededor, lo que siempre le otorgó un buen punto estratégico para la defensa de dicho territorio.
En los tiempos del emperador Justiniano, mediado el siglo VI d. C., la ciudad gozaba de cierta fama.
En el 788 Carlomagno pide como condición principal para liberar a su prisionero Grimoaldo III y permitirle regresar a Benevento el derribo del muro de Acerenza, condición que es aceptada por los romanos.
La pequeña ciudad fue posteriormente objeto de una larga lucha entre lombardos y bizantinos para hacerse con el poder sobre la misma, hasta que tras largas discusiones en el 1041 fue conquistada por los normandos, quienes construyeron una fortaleza allí para defenderla del dominio bizantino.
Posteriormente en el periodo feudal fue propiedad de las familias Sanseverino, Durazzo, Ruffo, Barnota y Morra.