En septiembre de 1931 se acordó entre dos pretendientes exiliados competitivos, haciéndose pasar por Alfonso XIII y Jaime III.
En la historiografía hay dudas sobre los detalles del acuerdo, y algunos autores cuestionan su existencia misma.
[2] Al responder a Don Alfonso el 7 de octubre, Don Alfonso Carlos expresó su satisfacción de que el pacto firmado beneficiaría a España, pero se mantuvo ambiguo sobre si estaba preparado para aceptarlo.
Por aquel entonces Don Jaime, que habitualmente se desplazaba entre su palacio en el Frohsdorf austríaco y su apartamento en París, residía en la capital francesa.
No está claro si ratificaron el borrador de Territet; algunos estudiosos afirman que sí,[13] algunos afirman lo contrario[19] y algunos no toman una posición firme, refiriéndose a un pacto "supuestamente firmado".
En el segundo punto declaró que sus seguidores no estaban necesariamente obligados a seguir tal estrategia.
El tercero declaraba cabeza de la Casa de Borbón y regente en funciones a don Alfonso Carlos, que en un momento oportuno convocaría a Cortes para afinar los detalles del régimen.
En el segundo punto declaró que sus seguidores no estaban necesariamente obligados a seguir tal estrategia.
El tercero declaraba cabeza de la Casa de Borbón y regente en funciones a don Alfonso Carlos, que en un momento oportuno convocaría las Cortes para concretar los detalles del régimen.
[25] Según se informa, dos equipos estaban cerca de llegar a un acuerdo, incluido que Don Juan iría a Viena y viviría con Don Alfonso Carlos, aprendiendo los principios tradicionalistas.
[26] Desde fines de 1932 hubo poco seguimiento y las negociaciones entre los dos demandantes se estaban secando.
[27] Hubo pocos avances en el transcurso de 1933,[28] aparte de que las estructuras políticas carlista y alfonsista en España, CT y RE, formaron una alianza electoral; Don Alfonso Carlos lo aprobó a regañadientes.
Dentro de las filas carlistas iba en aumento la inquietud por un supuesto acuerdo con la despreciada rama liberal.
La corriente conocida como cruzadistas exigió una declaración clara de que tal cosa no era posible y avanzó una solución dinástica propia; a cambio, Don Alfonso Carlos los expulsó de la Comunión.
Quizás lo vio como una oportunidad para renovar las conversaciones sobre un acuerdo de sucesión, pero Don Alfonso Carlos prefirió ceñirse a asuntos puramente familiares (y se disculpó por no asistir).
En correspondencia interna declaró explícitamente nulo y sin efecto el Pacto de Territet.
En la década de 1940 dentro del carlismo existía una corriente conocida como juanismo o rodeznismo, que propugnaba que bajo la regencia de don Javier y siguiendo las directrices del difunto don Alfonso Carlos, se organizara una gran asamblea carlista; durante esa asamblea representantes de esta corriente esperaban que Don Juan fuera declarado rey carlista.
[35] Esperaban marginar a los partidarios de Don Javier, pero en cambio se encontraron en minoría.
[40] Los alfonsinos están muy unidos detrás del gobernante actual, aunque sus filas disminuyen a medida que el monarquismo es cada vez menos popular en España.
Aunque puede haber dudas sobre la buena voluntad de uno o ambos pretendientes, se sugiere que decidieron unir fuerzas sin abandonar su propia lógica dinástica, y algunos lo califican como un "acuerdo relativamente sensato".