El arquitecto había realizado unas modificaciones respecto al planteamiento inicial que suponían un aumento en el gasto presupuestado de 1 300 000 pesetas; en Chile se tenía gran interés en dar una buena imagen en la Exposición y se amplió el presupuesto resultando el coste final de la edificación de 1 800 000 pesetas, no obstante fue a costa del cese de Martínez Gutiérrez, que fue sustituido por el arquitecto sevillano Casto Fernández Shaw.
Martínez Gutiérrez tenía la concepción del planteamiento original como un anteproyecto, es decir, unas trazas generales que podrían ajustarse, adaptándose en función de las necesidades reales que en la ejecución se viesen pertinentes; entre tales necesidades las propias del programa expositivo, imprescindible para el autor de la obra su conocimiento y que no se había aún definido por el comité chileno.
Otro punto de fricción es que Martínez Gutiérrez obligó a que los decoradores chilenos de los elementos de la fachada se desplazaran a Sevilla para hacer su trabajo, bajo su supervisión directa, además pretendió infructuosamente seleccionar a artistas españoles para dicha labor; cuando en Chile se hubiera preferido que se produjesen en casa.
Las columnas del patio son de piedra gris y roja.
Destacan los estucos, que varían gradualmente del gris en la base al blanco en la parte superior, si bien en algunos lugares rematado en rojo.
La tribuna del salón principal, que se encuentra en la entrada del edificio, se sustenta por una bóveda sobre arcos rebajados, conformando un espacio de menor escala respecto al enorme interior.
Hay elementos que poseen rasgos, como pueden ser el artesonado del salón principal, el arranque de la escalera o varios ornamentos -frisos y rejas- de evidente inspiración en la arquitectura colonial.