Al igual que sus demás vecinos nórdicos (Suecia y Dinamarca), Noruega había mantenido su neutralidad durante la I Guerra Mundial pese a la presión del Reino Unido para que la flota mercante noruega colaborase en el bloqueo comercial contra el Imperio Alemán.
El surgimiento del fascismo en Europa y el posterior rearme de la Alemania Nazi desde 1933 aumentaron la preocupación en Noruega respecto a la política exterior.
La situación noruega se hizo más complicada por la posición estratégica del país, dotado de una extensa costa que posibilitaba el control del Atlántico Norte a quien la controlase, así como por poseer puertos naturales para embarcaciones en sus fiordos, lo cual tornaba a Noruega en zona valiosa como posible base naval para Alemania o el Reino Unido.
Este hecho aumentó las tensiones con Alemania y sirvió como argumento final para que el III Reich decidiera poner a Noruega bajo su control.
A ello se unió el hecho que las fuerzas aéreas noruegas (poco menos de 60 aviones) fueron inutilizadas en las primeras 48 horas de invasión, con lo cual el único apoyo aéreo disponible para los noruegos era la RAF, dificultada por tener sus aeródromos basados en la lejana Escocia, mientras que la Luftwaffe contaba con bases danesas más cercanas.
No obstante, los combates navales entre británicos y alemanes causaron daños serios a la Kriegsmarine.
Si bien los líderes nazis no mostraron entusiasmo inmediato por tal proyecto, tras la invasión se le permitió a Quisling asumir la jefatura del gobierno nazi noruego establecido por las autoridades alemanas, de manera que se consiguiera así la espontánea colaboración de la población.
Las fuerzas militares noruegas quedaron disueltas, siendo sus funciones asumidas por guarniciones de la Wehrmacht bajo el mando del general Nikolaus von Falkenhorst, subordinado directamente a Hitler.
La economía noruega se perjudicó durante la invasión debido a que perdió sus mercados externos para los principales productos de exportación, como pescado, maderas, y productos agrícolas; el único mercado disponible era la propia Alemania y ello acentuaba la dependencia hacia el III Reich, quien gracias a la ocupación militar tenía todas las herramientas necesarias para imponer precios y cuotas de mercado.
No obstante, la gran extensión del territorio noruego permitió que la mayoría de la población rural pudiera subsistir gracias a la caza y la pesca, en tanto la extracción de estos recursos alimenticios no era controlada por la administración alemana.
La poca trascendencia de dicho frente bélico causó que las tropas soviéticas no avanzaran más por las regiones montañosas y gélidas del Norte de Noruega, dirigiéndose en su mayoría a otros frentes mucho más decisivos.