El neoantisemitismo (o nuevo antisemitismo) es un concepto utilizado por algunos académicos para referirse al supuesto resurgimiento internacional de incidentes y ataques contra los judíos y sus símbolos, así como a la aceptación y difusión actual de creencias antisemitas de forma más o menos explícita desde finales del siglo XX.
Según afirman sus proponentes, el nuevo antisemitismo sería promovido fundamentalmente desde tres fuentes ideológicas dispares entre sí: la extrema izquierda, el islamismo y la extrema derecha,[1][2][3][4][5]y habría recuperado mitos tradicionales antisemitas, como las distintas teorías de conspiración y en particular la del dominio mundial, uniéndose «a una nueva construcción política e ideológica euro-árabe de deslegitimación y destrucción de Israel».
[6]Siempre según los partidarios de esta corriente, el antisionismo y la demonización de Israel, o el doble estándar aplicado a su conducta, estarían vinculados al antisemitismo o constituirían antisemitismo encubierto.
[10][11] Otros argumentos críticos incluyen que el concepto define la crítica legítima a Israel de forma demasiado limitada y la demonización de forma demasiado amplia, y que trivializa el significado del antisemitismo.
Sin embargo, no existe consenso con respecto a su uso, pues desde 1945 el término antisemitismo quedó completamente proscrito del lenguaje político en las sociedades democráticas y nadie se reconoce públicamente como «antisemita» o «antijudío».
[21][22][23] En el ámbito hispanohablante lo usan algunos periodistas como Pilar Rahola o escritores como Jon Juaristi, Diego Moldes y Gustavo Perednik.
Algunos autores, como Pierre-André Taguieff, proponen el término «nueva judeofobia» para referirse al mismo fenómeno.
Según Alain Dieckhoff, este nuevo antisemitismo como reacción a la Guerra de los Seis Días se dio inicialmente y sobre todo en los movimientos comunistas y en el mundo árabe, muy a menudo revestido de antisionismo.
En adelante, serán los palestinos, armados con piedras, quienes representarán al débil David, frente a Goliat, el ejército israelí».
[30] Joel S. Fishman, del Jerusalem Center for Public Affairs, realiza un repaso histórico en La gran mentira y la guerra mediática contra Israel.
[45] Un informe del parlamento británico de septiembre del 2006 sobre el antisemitismo sentenciaba que «el antisemitismo contemporáneo en Gran Bretaña está ahora más extendido en el espectro político de la izquierda que en la derecha» y se hacía eco «de alianzas entre la extrema izquierda y radicales islámicos» en cuanto a criticar a Israel se refiere.
[46] Denis McShane, encargado de redactar dicho informe, afirmó que muchos izquierdistas utilizaban la crítica a Israel como pretexto para «propagar el odio contra los judíos británicos».
Postone menciona que el propio Trotsky era de origen judío y se oponía a las reivindicaciones nacionalistas e irredentistas judías, obviamente sin ser por ello antisemita.
Así lo afirman autores como Pilar Rahola (“Hoy la que genera antisemitismo es la izquierda y no la extrema derecha”)[53] o el ensayista Jon Juaristi.
[56] En la actualidad (2024) en Europa los partidos de extrema derecha como el español VOX son los más favorables a Israel.
[59]El profesor Khaleel Mohammed declaró en el 2006 que cerca del 95% de los musulmanes contemporáneos están expuestos a enseñanzas antisemitas.[60]M.
[68][cita requerida] Asimismo, grupos terroristas islámicos han combinado en sus mensajes oposición a Israel con antisemitismo contra los judíos en general.
[2] Dieckhoff añade: «allí donde comienza a emerger el problema es cuando el antisionismo se inserta sobre una visión demonizada del sionismo, pretendidamente mundial, y donde toda suerte de visiones fantasiosas del poder judío son vehiculadas».
Por su parte, la escritora y periodista española Pilar Rahola afirma que la crítica legítima a Israel, acompañada de ciertas expresiones (banalización del Holocausto, maniqueísmo en el conflicto palestino-israelí, minimización de lo que considera "terrorismo palestino", etcétera), puede desembocar en antisemitismo.
[82][83] En cambio, la comentarista judía canadiense Judy Rebick denuncia que se quiera homologar la crítica a Israel y la condena legítima y válida de algunas de sus acciones en el conflicto árabe-israelí con el antisemitismo (sin serlo) para acallarlas —«el problema es que la dirección israelí ha entretejido habilidosamente el mito de que la oposición a sus políticas constituye oposición al pueblo judío, que la crítica a Israel es, de por sí y en sí misma, antisemita».