No digas que estás solo es una novela de suspenso del escritor español César Fernández García.
[5] La narración arranca presentando al viejo Eusebio, el único habitante de Cotela.
Tras cerrar la puerta de su casa por última vez, el viejo oye una voz humana.
Los cuatro tienen como objetivo grabar un reportaje sobre los pueblos abandonados en la parte aragonesa de los Pirineos.
Ángel Ramírez elige Cotela como la aldea desde donde más se rodará y donde ubicarán su campamento base.
Desde el primer momento en que llegan a Cotela, los cuatro periodistas tienen la sensación de ser observados.
Junto al recorte de periódico, los becarios encuentran poemas escritos por el joven.
Se utiliza la tercera persona narrativa, aunque los abundantes diálogos ofrecen las distintas perspectivas de los actantes.
A menudo, se utiliza el estilo indirecto libre para permitir que las opiniones del actante se entremezcle con la propia narración, sin necesidad de hacer depender lo dicho o pensado de ningún verbo.
En algunos finales de capítulo, hallamos una prosa cercana a la poesía: Bajó la mirada hacia el lago para perderla en la espumas blancas que el agua formaba al chocar contra la superficie.
El final imprevisible - aunque necesario - se basa en la anagnórisis de Ángel Ramírez.
Cotela es un microcosmos donde las construcciones agonizan, se oye el silencio, la oscuridad acecha, se siente la soledad, las ventanas son ojos (“el pueblo muerto le devolvió la mirada desde los ojos huecos de las ventanas”).
El repiqueteo del agua sobre los charcos puso música a esos momentos de despedida.
Desde esta perspectiva, entronca con la melancolía y misterio que hallamos en la literatura del Romanticismo literario.
Un espacio sepultado por la podredumbre y el olvido, de tintes míticos donde late un pasado entre sus ruinas.
[8] Tanto Luis como los cuatro periodistas van mostrando distintos matices conforme la trama se va desgranando.
La organización interna se sostiene sobre seis partes: No digas que estás solo nos sitúa ante la profundidad del ser humano, donde convive la razón con lo inexplicable.
[12] La novela recoge una significativa cita de Epícteto: cuando estés de noche en tu habitación, aun cuando tengas las puertas y las ventanas cerradas y apagada la luz, no digas que estás solo: nunca se está solo.
18) Pero también la vida de quienes nos precedieron puede acompañarnos, marcándonos para bien, enseñándonos los límites del rencor y la misericordia con el prójimo.