En aquel momento dejó el gobierno de Valencia a su hermano, Yúsuf ibn Mardanix, y estableció su capital en Murcia.Con el apoyo de su suegro Ibrahim ibn Hamushk de Jaén, Mardanís extendió sus dominios a Jaén (1159), Baza y Guadix, conquistó Écija y Carmona (1158-1160), amenazó Córdoba y puso cerco a Sevilla, causando estragos al nuevo imperio africano que quería unificar la península desde el oeste: el Imperio almohade.[6] En el 1160, mientras cercaban Córdoba, Ibn Mardanís y su suegro lograron matar al alcaide almohade de la plaza.[8] Ibn Mardanix y su suegro continuaron hostigando la región de Córdoba teniendo como base Andújar.A pesar de ello, centrado en sus campañas en el sur, no pudo impedir en un primer momento que durante su reinado, Ramón Berenguer IV tomara Tortosa (1148), Lérida (1149) y Fraga (1149).Durante el emirato del Rey Lobo, la ciudad de Murcia lograría un esplendor inmenso,[11] tanto que su moneda se convirtió en referente en Europa, los morabetinos lupinos.La prosperidad de la ciudad se basó en la agricultura, potenciando el aprovechamiento del curso del río Segura a través de la compleja red hidrológica (acequias, azudes, norias, acueductos) que ya funcionaba desde hacía siglos en la zona.[9] Unos días después, el Rey Lobo y su ejército sufrieron una aplastante derrota en la batalla de Fahs al-Yallab.[18] Tampoco esta vez el asedio de la capital daría resultado, pero buena parte de las demás poblaciones, una a una, fueron pasándose al bando almohade, manifestando que adoptaban su doctrina y expulsando a militares y civiles cristianos.[18] También lo hizo Almería, que se pasó a los almohades acaudillada por un primo y cuñado del propio Ibn Mardanís.
Detalle del
mihrab
del oratorio del Alcázar Mayor de Murcia, del siglo
XII