Su carácter insular se presentaba ya antes de la creación del lago artificial.
Sus costas presentan penínsulas y bahías, las que fueron bautizadas con nombres toponímicos para facilitar el trabajo con GPS.
El desembarco se produce en su extremo sur, en el denominado Campamento y estación biológica “Pato Serrucho”.
En la década de 1960 se emprendió una campaña para proteger a perpetuidad la zona, la que fue encabezada por el ing. Jorge Dimitri (representando a la Administración de Parques Nacionales) junto con los doctores Jorge A. Crespo y José María Gallardo (del Museo Rivadavia).
La idea era firmar un convenio con Pérez Companc S.A. para conservar la isla, pero el proyecto no arrojó resultados positivos.
Si bien su elenco faunístico fue en parte diezmado, y su selva despojada de la mayoría de sus grandes ejemplares arbóreos, la isla fue declarada monumento natural provincial, no sólo para conservar el relicto remanente, sino también para perpetuar el lugar que fuera visitado por aborígenes, lugareños, aventureros, exploradores, naturalistas y científicos como una referencia cultural, histórica y folclórica.
Ejemplares continentales del yaguareté austral, al ser una especie buena nadadora, visitan permanentemente la isla.
Para acceder a la misma sólo es posible hacerlo en lancha, partiendo desde la sede de la “Policía Lacustre” que se encuentra en proximidades del dique, y desde allí navegando durante alrededor de una hora por el lago con rumbo hacia el oriente.