Incluso, en los días muy claros, desde esta ubicación se alcanza a ver Navacerrada y la montaña de la Mujer Muerta, ya en Segovia.
Los restos más antiguos identificables sobre la zona donde se encontraba este monasterio corresponden a una serie de petroglifos que se puede observar cercanos a las ruinas del convento.
El triángulo podría ser representación de un monte y los círculos representación del sol y la luna, interpretación que vendría avalada por estar orientados hacia el llamado Risco del Sol, pico situado al otro lado del Valle Amblés, en la sierra de la Paramera.
Una figura de la Virgen que se apoyaba en una cruz y tenía entre sus brazos a su Hijo muerto.
El padre Francisco, agustino que en otro momento había dirigido las más importantes casas monacales de Castilla, decidió retirarse al eremitario risqueño para pasar en él sus últimos días, pero, dado su espíritu emprendedor, no dudó en pocos años en solicitar al señor de Villatoro y al obispo Ruiz que le concediesen autorización para crear en el lugar un convento.
Al inicio del siglo XVII, la cabaña ganadera propiedad del convento del Risco era relativamente importante (se estima que llegó al poseer hasta 5000 cabezas de ganado ovino), pero sus actividades financieras no se limitaban en exclusiva a esta explotación, sino que abarcaban otras como la agrícola e industrial.
Los ganados pertenecientes al Risco participaron en la trashumancia entre los pastos de Castilla y las dehesas extremeñas.
En numerosos escritos se hace evidente que los frailes del Risco, estaban integrados en la organización mesteña.
Por último la espléndida torre, la que viera rematar el prior Antonio Aguileta en 1773.
A pocos kilómetros alrededor de los restos del monasterio se localizan restos y monumentos históricos, que convierten a esta región en un enclave de especial interés cultural: