Posteriormente el pueblo siguió creciendo, dando lugar, posiblemente en el siglo XIV, a Salobralejo, población que sigue siendo dependiente de Muñogalindo hoy día.
Hacia mediados del siglo XIX, el lugar tenía contabilizada una población de 316 habitantes.
La primera mitad del siglo XX pasa por Muñogalindo sin pena ni gloria, incluyendo la Guerra Civil, que no dejó las secuelas que en otros lugares de España.
Tras la contienda, la población creció de manera exponencial, siendo muchos los que en los años sesenta emigraron a Ávila ciudad, Barcelona y sobre todo Madrid.
Aunque no hay noticias sobre su origen, es probable que se construyese un primer templo tras la fundación del pueblo en el siglo XII.
Posteriormente, se ampliaría por el aumento de población hasta llegar a los metros cuadrados que posee actualmente (excluyendo las dos capillas laterales de las que luego hablaremos).
En el siglo XVIII hay numerosas novedades tanto dentro como fuera del edificio: En cuanto al exterior, se construye el baptisterio hacia 1768 y se tira la torre antigua construyendo la actual espadaña a finales del siglo.
Durante muchos años fue, junto a la iglesia, la mejor construcción del pueblo, con dos pisos y otras dependencias.
Aunque conserva alguna construcción a tener en cuenta, su interés se centra en las rocas que posee el recinto, pintadas por el artista vasco Agustín Ibarrola y que pueden visitarse.
Peñáguila: Se trata de un promontorio rocoso a las afueras del pueblo.