Está considerado el primer convento construido en la capital[1] y el único que se conserva íntegramente.El acuerdo se firmó en la famosa imprenta de (Elvira) Quiñones.Francisco Moradillo construyó estancias como la Sacristía de los Caballeros y el patio.Al comienzo de la Guerra Civil, las religiosas se vieron obligadas a abandonar el convento al ser el edificio incautado y ocupado por milicias, que causarían importantes desperfectos.[4] En 1939, se convirtió en cárcel masculina para prisioneros republicanos, hasta 1941, cuando las religiosas recuperaron todo el edificio.