No obstante, durante los meses que estuvo en Madrid, Miguel Labordeta supo moverse en los círculos literarios del momento, y forjó relaciones con autores como Gabriel Celaya, Vicente Aleixandre, José Antonio Novais, Antonio Buero Vallejo, Carlos Edmundo de Ory, Francisco Nieva, Eduardo Cote, José Hierro, Eugenio de Nora, Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo o Ezequiel González Mas, entre otros.
El cuarto libro, que debió llamarse Epilírica y haber sido publicado en 1951, la censura no le permitiría ver la luz hasta 1961.
Dirigió la revista Despacho literario, en la que colaboró, entre otros, Antonio Fernández Molina, uno de sus buenos amigos.
De la Oficina Poética Internacional (la OPI), nacieron las revistas literarias Orejudín, Papageno, El Coso Aragonés del Ingenio y Despacho Literario, embrión, a su vez, de la colección Poemas, que crearon Luciano Gracia y Guillermo Gúdel.
En 1994, un número monográfico de la revista Rolde, coordinado por Antón Castro, le dedicó varios artículos.
Poeta violento idílico (1921-1969), del periodista Antonio Ibáñez y editada por la Biblioteca Aragonesa de Cultura que dirigió Eloy Fernández Clemente.