Meiga es el nombre que se da en Galicia —y en zonas colindantes de León y de Asturias— a la bruja o a la hechicera cuyo cometido es megar o enmeigar, es decir, hacer el mal a personas y animales, para lo que establece un pacto con el diablo.
[2] En el siglo XVI se menciona la existencia de «mujeres hechiceras» que hacen hechizos y maleficios a los hombres.
El sínodo del obispado de Orense celebrado en 1543-1544 proclama la excomunión de todas aquellas «personas así varones como mujeres, [que] queriendo saber lo que no saben, o lo que ha de ser... va[n] a agoreros y a encantadores, hechiceros y hechiceras».
[5] A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII estudiando las actas de los procesos de la Inquisición se puede observar que se empieza a distinguir entre hechicera y bruja, como ha destacado Carmelo Lisón.
Y es precisamente en esa segunda década del siglo XVII cuando aparece la palabra meiga para referirse a la bruja maléfica cuyo propósito es enmeigar, es decir, hacer el mal a personas y animales.
[7] El antropólogo Carmelo Lisón Tolosana en sus estudios sobre la brujería gallega diferencia entre meiga y bruxa.
Estos son algunos de ellos: Es muy popular la frase, "Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas ("Yo no creo en las meigas, pero haberlas, las hay"), que resume a la perfección el equilibrio del carácter gallego entre lo práctico, la incredulidad y el misticismo.
Como figura secundaria, también en esta zona subsiste la creencia en la Voladora.