Maximino Romero de Lema

Al año siguiente se trasladó a Madrid invitado por Ángel Herrera Oria para hacerse cargo de la vicesecretaría del Centro de Estudios Universitarios y explicar Historia del Derecho en el mismo centro.

[2]​ Despertada su vocación religiosa en unos ejercicios espirituales dirigidos por jesuitas, en 1936 marchó junto a Ángel Herrera Oria, a estudiar Teología en la Universidad de Friburgo, centro que abandonaría al poco tiempo para incorporarse como sargento de Artillería[3]​ al ejército nacional durante la Guerra Civil, con el que participó en la batalla de Guadarrama, entró en Valencia con las tropas al mando general Aranda y fue condecorado por sus acciones.

Participó en la creación de la revista Cuadernos para el Diálogo en colaboración con su amigo personal Joaquín Ruiz-Giménez y de destacados intelectuales falangistas (Pedro Laín Entralgo o Antonio Tovar), comunistas (Carlos Paris), progresistas (Francisco Sintes), conservadores (Luis Sánchez Agesta) y de otras tendencias menos definidas del arco político, como Torcuato Fernández Miranda o Salustiano del Campo, y participó en el primer equipo redactor de la revista.

[12]​ Los mismos grupos influyentes habrían impedido igualmente la creación como cardenal de Romero de Lema, nombramiento que se anunció como probable en 1976[13]​ y que nunca llegó a producirse.

Discreta y calladamente, Romero de Lema prestó apoyo a los grupos progresistas que surgían dentro del catolicismo hispano en la sociedad dominada por el franquismo.

Sin embargo no solo se nombró para el cargo a otro obispo, sino que Romero de Lema quedó aislado en la secretaría de la Congregación hasta su jubilación.

Pudiera ser que en este aislamiento y olvido por parte del papa hubiera influido un informe que le presentó Romero, en el que manifestada su intención de aproximarse a los presbíteros casados con el fin de recuperar para el ministerio sacerdotal al mayor número posible de ellos.

Romero había tenido sus primeros contactos con el movimiento neocatecumenal siendo obispo de Ávila, cuando ordenó a varios diáconos del movimiento y los incardinó en su diócesis permitiendo que se dedicaran al servicio del grupo que entonces estaba iniciándose.

Tras tomar tierra en el aeropuerto del Prat, sus restos mortales fueron trasladados a Bayo, su localidad natal, en cuya iglesia nueva, construida en terrenos cedidos por el propio arzobispo, se ofició un funeral el día 31, al que asistieron el nuncio en España, Lajos Kada, el presidente de la Conferencia Episcopal, Elías Yanes, los arzobispos de Madrid y Santiago de Compostela, Rouco y Barrio, el obispo de Ávila, Antonio Cañizares, y el cardenal Suquía, entre otras personalidades.