A los varones tradicionalmente se les suele asociar el estereotipo sexista de ser más dominantes o competitivos.La masculinidad tóxica puede estar relacionada con la autoconfianza, la asunción de riesgos, la primacía del trabajo y la represión emocional y, éstas a su vez, con ciertos problemas psicológicos que son más frecuentes entre la población masculina, tales como depresión, estrés o abuso de sustancias.El concepto no pretende demonizar los atributos masculinos como se suele creer, sino simplemente enfatizar los efectos nocivos de ciertos comportamientos mencionados anteriormente.Terry Kupers del Instituto Wright describe el término como «la constelación de rasgos masculinos socialmente regresivos que sirven para fomentar la dominación, la devaluación de las mujeres, la homofobia y la violencia sin sentido, que implica 'la necesidad competir agresivamente y dominar a los demás'».Algunos conservadores lo ven como un concepto incoherente o creen que «no existe tal cosa como masculinidad tóxica».