María Ana de Jesús Navarro

Su padre era peletero al servicio del rey Felipe II.Allí fue ayudada por fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento, religioso mercedario y reformador de la Orden, quien fue su director espiritual hasta su muerte, y por otras personas piadosas.Puso su morada en una pequeña casa, vecina al convento de los mercedarios descalzos, donde pasó varios años dedicada a la oración y la penitencia, así como al servicio a los pobres y necesitados de la ciudad.Sus superiores le ordenaron que escribiera acerca de estas experiencias.Si ya en vida María Ana había alcanzado gran renombre por su piedad y los prodigios de todo género que se atribuían a su persona, después de su muerte el mismo no hizo sino aumentar.[4]​ Su cadáver fue expuesto al público durante dos días en medio de una gran concurrencia.El artista Vicente Carducho hizo varias máscaras mortuorias de la difunta.De acuerdo a la leyenda, solamente el rostro se encontraba un tanto desfigurado debido a las manipulaciones que se habían hecho para obtener la mascarilla mortuoria.