Algunos teólogos, entre ellos Tomás Cayetano, sospechaban que el diablo la inspiraba, y no la divinidad.
La Beata María de San Domingo recibía a mucha gente en su celda, pero también salía.
[4] María de Santo Domingo no escribió nada realmente, pero como tantas otras mujeres escritoras utilizó el dictado para transmitir sus experiencias místicas.
Las obras que se conservan son: el Libro de la Oración y las Revelaciones.
La primera consta de un prólogo, una dedicatoria al cardenal Adriano Florensz, una larga explicación sobre las enseñanzas de la beata y una breve hagiografía, además incluye los criterios que ha seguido el copilador para la confección del libro.
La segunda parte, corresponde a los textos mismos de la beata, divididos en cuatro apartados: dos visiones, una respuesta en rapto y una correspondencia espiritual.
[6] Las Revelaciones forman un compendio de «enseñanzas» sobre la oración y distintas actividades espirituales.
En este sentido son numerosas las ocasiones en las que Cristo habla por la beata y expone sus enseñanzas.