Mal

Desde este segundo punto de vista menos general y vinculado a lo humano, se denomina más bien perversidad.

[1]​ Puede ser estudiada por la psicología, la ética o la moral, la antropología, la sociología,[2]​ la política,[3]​ el derecho, la religión,[4]​ la historia y la filosofía.

[6]​ Otras definiciones toman al mal o la maldad como la sombra personal,[7]​ nombrada así por Carl Gustav Jung (1875-1961).

Esta se va desarrollando desde la infancia a partir de nuestras experiencias y aprendizaje social, donde vamos desechando aquellas ideas o conductas que no consideramos adecuadas según las normas morales y el contexto cultural en el que nos hemos educado.

Esos "nueve rasgos oscuros" son: Para la ética es una condición negativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de principios morales, bondad, caridad o afecto natural por el entorno y los entes que figuran en él.

[9]​[10]​ La cuestión filosófica sobre la naturaleza del mal depende de si la moralidad es absoluta, relativa o ilusoria.

Para el fenomenólogo Max Scheler, los valores son noemas esenciales y absolutos, pero su realización histórica no es absoluta; el hombre los va descubriendo y realizando en la historia progresivamente.

Así como los valores son absolutos en la ética, en la ética histórica son relativos a la época considerada; hay una cierta relatividad temporal, y eso condiciona nuestras propias decisiones de valor.

Escuelas filosóficas dualistas como el maniqueísmo plantean la existencia de estos dos principios antagónicos.

Ya en el renacimiento, para Maquiavelo, los hombres solo son malos cuando su irrefrenable inclinación a saciar sus propios anhelos no encuentra oposición provocando el mal de los otros, lo que hace necesaria a la ley y al Estado; así pues, los hombres solo son malos cuando se los juzga según el criterio del bien común.

David Hume, en su obra Diálogos sobre la religión natural (1755), vuelve a formular el problema en los términos en los que ya lo había formulado el griego Epicuro: “¿Es que Dios quiere prevenir la maldad, pero no es capaz?

La tarea del bondadoso sería, pues, según su imperativo categórico, la de dar ejemplo como héroe o mártir.

Analiza el mal cuando este se ciñe a grupos sociales o al propio Estado.

Es decir, que el poder político colectivo atemoriza a los hombres (keep them all in awe) y gracias a ese «temor reverencial», gracias al miedo, se constituye un cuerpo político capaz de frenar mediante dominio y violencia (es decir, mediante el mal) la guerra y el caos continuo.

Para el liberalismo, el poder es un mal, desde luego... y un mal necesario, pero, por eso mismo, si queremos disfrutar de la seguridad que produce frente a la anarquía, también debemos controlarlo y limitarlo, ya que sin esta contención no es útil, no produce sus funciones asignadas, que son la seguridad, la paz y la convivencia; el mal, pues, ya que nos es necesario, ha de ser domado (esgrimiendo frente a él nuestros derechos), sometido (al consentimiento de los obedientes), vuelto sensible a nuestros intereses (mediante la representación), despedazado (dividiendo sus poderes), regulado (sometiéndolo al imperio de la ley).

[29]​ En muchas religiones se representa el concepto de mal en la personificación de un ser o entidad maligna, a veces personificado con diversos nombres: Satanás o Lucifer, Iblís, Ahrimán, Mara, Angra Mainyu, Qlifot, Kroni... Para las religiones abrahamánicas (judaísmo, cristianismo, islam) la concepción del mal deriva del dualismo con el bien y de la relación con un principio llamado Dios; se reduce al concepto de pecado.

El budismo cree más bien en el principio del karma y que el sufrimiento es la consecuencia inevitable de afectos klesa que impiden la liberación o nirvana, principalmente tres: la ignorancia, la aversión o ira y la avidez o deseo (conocidas entre los budistas como los tres venenos).

El Bien y el Mal , cuadro de Victor Orsel
Caída de Satán , grabado de Gustave Doré para ilustrar un pasaje del Paraíso perdido de John Milton . Non serviam ! , "¡No serviré!", gritó Satanás. El ángel caído Mammon afirma en la obra de Milton que «es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo».
Grupo escultórico de Caín y Abel en Bagnères-de-Luchon
Gustav Dore, el paraíso perdido.