Tradicionalmente los corros se formaban en las fiestas estivales pero en realidad nunca existió una vinculación clara con los ciclos anual o festivo.
En 1913, Antonio de Valbuena en su obra Caza Mayor y Menor, escribe un gran estudio sobre el desarrollo de los aluches, sus mañas, agarres y todo aquello relacionado con la lucha en Pedrosa del Rey.
Asimismo, el aluche presenta una clara relación con luchas tradicionales, hoy prácticamente desaparecidas, que se desarrollaron en España en otras provincias.
El corro es el espacio destinado a la lucha, formado por la gente que asistía al espectáculo.
La vestimenta consiste en un simple pantalón corto y camiseta de hilo o algodón.
Los luchadores se agarran erguidos, partiendo de una postura en que el vientre de ambos se halle separado entre 10 y 15 centímetros una mano al frente y la otra a media espalda.
Los brazos sujetan, «sacan», tiran o empujan, pero no golpean ni se sueltan las manos del agarre.
Entre las mañas más conocidas figura el golpe de cadera, la media vuelta, y la cadrilada, que consiste en levantar al contrario, sirviéndose del apoyo en cadera, «cadril» en hablas de León.
Las mañas ejecutadas sirviéndose de piernas son las más numerosas y presentan múltiples variantes.
Entre las más simples, la conocida como el zancajo, consiste en trabar la pierna del oponente, para hacerle caer, siendo también muy practicadas el garabito, la dedilla, la mediana, etc.
Tradicionalmente existían premios que, según la importancia del corro, iban desde el típico roscón o mazapán, en ocasiones compartido con el perdedor, hasta el gallo o cordero y en algunas ocasiones premio en metálico.
Los nombres de algunas mañas, como zancadilla, traspié o trespies, se han incorporado al lenguaje cotidiano.
La importancia de los aluches en la cultura leonesa ha dejado su huella en el arte, tanto en escultura, en pintura como en grabado.