Con esta obra Blay rompió el lenguaje tradicional realista que se había mantenido en toda la escultura del siglo XIX.
En 1888, Blay consiguió una beca para ampliar sus estudios en el extranjero, y marchó tres años a París, que por aquel entonces era considerado el centro del mundo de las bellas artes.
El volumen de la escultura es redondo, y está finamente trabajada con todo detalle, con mucha traza.
La espalda curvada, las rodillas juntas y las manos unidas transmiten el frío del tiempo.
Las piernas de la niña forman otra diagonal que, alargada, se uniría con el vértice superior del triángulo.
En general, las líneas verticales corresponden al hombre mientras que las diagonales forman parte del cuerpo más indefenso de la niña.
La obra pertenece a la etapa romana, la época en la que vivió en Roma, de Blay.
Algunos detalles del realismo son, por ejemplo, los huesos marcados de la niña, en especial, las costillas y la cadera, y todos los detalles (tendones en tensión, piel arrugada, cabello, et.)
[3] El "frío" no es únicamente una baja temperatura en esta escultura, sino que también puede representar los malos tiempos que se avecinan, política y socialmente, y puede referirse al paso del tiempo, a los fríos de la muerte del hombre mayor, respecto a la juventud de la niña.
La edad del hombre, la juventud y la vejez, son temas presentes en forma de las dos figuras.
En esta época aún tenía una fuerte influencia de su maestro Hugues, y en esta escultura concreta se inspiró en el tema de una obra suya, Edipo en Colonna'.
La cara del hombre está inspirada en una escultura de Victor Hugo que hizo Rodin.