Literatura de la República Dominicana

[cita requerida] Aunque se desarrolló tardíamente, la novelística dominicana ha tenido exponentes importantes en el país.

Surgida bajo la influencia del romanticismo francés de Víctor Hugo, en ella es posible destacar tres momentos importantes de acuerdo a su tipología y temática: la novela de la caña, la bíblica y la costumbristas[cita requerida] El cuento ha tenido más trascendencia que la novela[cita requerida] y su principal exponente en el siglo XX ha sido Juan Bosch, maestro del género en Hispanoamérica.

El cuento moderno se inicia en la segunda fase del siglo XIX, es decir, tardíamente en comparación a otros países.

[4]​ La trilogía sobresaliente de la poesía dominicana del siglo XIX la conforman Salomé Ureña, José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne.

Son los tres pilares en los que descansa la poesía de la época en sus vertientes patriótica, indigenista y psicológica.

La poesía es el género más cultivado desde Manuel María Valencia, el primer poeta romántico, pasando por Fabio Fiallo y otros que asimilan las influencias de las corrientes literarias europeas, hasta la irrupción incipiente del modernismo plasmado en tres figuras importantes: Valentín Giró, Ricardo Pérez Alfonseca y Osvaldo Bazil.

Otilio Vigil Díaz, quien introdujo las vanguardias en las letras dominicanas, fue gran renovador de la lírica nacional, influido por el simbolismo francés.

Con esta escuela la tradición poética dominicana se renueva para incubar nuevas voces que la fortalecen.

A este movimiento le sigue el de la Poesía Sorprendida, el grupo más pujante y de una gran apertura estética, conformado por grandes poetas como Franklin Mieses Burgos, Mariano Lebrón Saviñón, Antonio Fernández Spencer, Aída Cartagena Portalatín, Freddy Gatón Arce, entre otros.

Este conjunto de poetas tenía como lema la “poesía con el hombre universal”, contrario al postumismo.

Después le sigue la generación de los Independientes del 40, integrada por Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Pedro Mir y Tomás Hernández Franco, los cuales publicaron poemas emblemáticos como Compadre Mon, Hay un país en el mundo, Poema de una sola angustia y Yelidá.

De los sorprendidos se desprende otro grupo de poetas llamados la Generación del 48, conformada, entre otros, por Víctor Villegas, Máximo Avilés Blonda, Lupo Hernández Rueda, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez y Abelardo Vicioso.

En los años 1980 aparece un movimiento poético en diversas tendencias haciendo tambalear el establishment literario del momento (el desencanto de posguerra) sentando las bases para una ruptura(que no se produjo en lo inmediato) con aquella generación.

El movimiento llevó a la formación de grupos como el Taller Literario César Vallejo: Juan Brijan, José Mármol, Miguel Jiménez, Tomás Castro, Dionisio de Jesús, César Zapata, Leopoldo Minaya, Rafael García Romero, evans Lewis, Juan Manuel Sepúlveda, Roberto Reyes, Marcial Mota, Julio Mercedes, Zaida Corniel, Irene Santos, Carmen Sánchez, Dulce Ureña, José Siris, Ylonka Perdomo, Josemon Tejada y muchos otros.

Stanley tiene una vasta obra narrativa, entre las que se destacan Catedral de la libido, Tiempo muerto y Los disparos.

El cuento moderno se inicia en la segunda fase del siglo XIX, es decir, tardíamente, a juzgar por otros países.

Otros importantes exponentes del género son José Ramón López, René del Risco, Virgilio Díaz Grullón, Hilma Contreras, Sanz Lajara, José Rijo, Diógenes Valdez, Pedro Peix, entre otros.

El término ensayo fue usado originalmente para designar aquellos escritos experimentales que oscilaban entre la ciencia y la literatura.

Labrados con un estilo fluido y ameno fueron los editoriales anexionistas del periódico La Razón firmados por Manuel de Jesús Galván (1834-1910) los cuales fueron complementados años después con su defensa a Pedro Santana divulgada en los semanarios Oasis y Eco de la Opinión.

Otros, en cambio, como Juan Isidro Jimenes Grullón y Juan Bosch se apoyaron en el discurso sociológico e histórico para revisar muchos y rectificar muchos de los planteamientos de sus predecesores inmediatos.

Desde inicio del siglo XX, el ensayo literario comienza a ganar terreno.

Surgen, entonces, las voces de Pedro Henríquez Ureña (Ensayos críticos, 1905, Seis ensayos en busca de nuestra expresión, 1927, Literary Currents en Hispanic América, 1946), Max Henríquez Ureña (Breve historia del modernismo, 1964), Camila Henríquez Ureña (Apreciación literaria, 1964) y Antonio Fernández Spencer (Ensayos literarios, 1960) quienes asumen, por primera vez en la historia de las letras dominicanas, el análisis y la crítica literarias con objetividad científica.