Así pasó, por ejemplo, con la teoría de la evolución, que solo fue reconocida y aceptada cuando los discípulos directos de Darwin, Thomas Henry Huxley, sobre todo, y Herbert Spencer, la divulgaron.
El que, por la Ley de Stigler, en muchas ocasiones los hallazgos científicos no reciban el nombre de los que los realizaron en primer lugar, puede considerarse una manifestación inversa del llamado «efecto Mateo», con el que la Ley de Stigler está emparentada.
En literatura, artes, industria cinematográfica o ciencias, el efecto Mateo puede observarse en la mayor estimación que reciben los escritores, artistas, cineastas o científicos que ya son previamente prestigiosos frente a otros menos conocidos con anterioridad.
Además de recibir un mayor reconocimiento personal, es más probable que los trabajos de creadores o investigadores más prestigiosos tengan más difusión, impacto mediático, publicidad, (o ventas), y, en el caso de los inventos y descubrimientos, más citaciones y repercusiones posteriores.
Aunque con posterioridad se averigüe el nombre del autor o creador original, o que más contribuyó al invento, obra o descubrimiento, es ya muy difícil que la historia dé a cada cual el lugar que les corresponde.