Lamento o lamentación[2] es la expresión de un sentimiento humano fuertemente negativo (el dolor, la pena,[3] el desconsuelo, la tristeza, la culpa, la vergüenza, la nostalgia) que artísticamente se refleja de forma apasionada.¿Te has enterado ya o no sabes los males inminentes que enemigos tramaron contra seres queridos?Así, la madre de Boabdil el Chico reprochaba a su hijo: llora como mujer lo que no supiste defender como hombre; cuando este se detuvo (supuestamente en el lugar ahora conocido como Suspiro del Moro) para contemplar por última vez su perdido palacio de La Alhambra de Granada.[11] Inicialmente, el epitafio (del griego epitaphios -"en torno a la tumba"-) eran los versos que se citaban en honor de los difuntos el día de sus exequias y anualmente se repetían (luego pasaron a inscribirse en las lápidas).El treno (del griego thrênos -"lamento"-) era una composición de la lírica griega arcaica, lamento fúnebre destinado a ser ejecutado por un coro con acompañamiento musical; se cantaba en ausencia del muerto, al contrario que los epicedios, poemas en lo demás muy afines./ Pero tú nos arrojaste a una cueva de chacales; / ¡nos envolviste en la más densa oscuridad!Los nauha ("lamento") o Nauha Khawani son canciones de lamento chiítas, que se originan en la batalla de Karbala (año 680), en la que Husayn ibn Ali tuvo una muerte brutal.Las hay tanto en idioma árabe como en parsi, urdu, punjabí y saraiki.Las Lamentaciones de María son el poema más antiguo escrito en idioma húngaro (finales del siglo XIII).[34] En la poesía francesa,[35] una complainte[36] es una canción formada de numerosas couplets en la que el sujeto es sombrío, trágico.Se suele acompañar únicamente con la cuerda, en tetracordio descendente,[53][54] con líneas melódicas cantabile, de construcción no estrófica y evocativamente libre, en tiempo adagio, lo que sitúa a estos lamentos operísticos entre las más memorables arias, incluso cuando se las interpreta separadamente del pathos emocional de sus contextos operísticos.[56] Otros ejemplos son el lamento de Dido When I'm laid in earth en Dido y Eneas (Henry Purcell, 1682), el Lascia ch'io pianga de Rinaldo (Georg Friedrich Handel, 1711), Caro mio ben[57] (Tomasso o Giuseppe Giordani), etc.[68] También trata el tema del lamento la canción popular escocesa The Skye Boat Song.El quejío (un "ay" cantado) es uno de los recursos más característicos del flamenco.[72] Entre las canciones populares que tratan el tema del lamento (en cualquiera de sus variantes, y de muy distintos géneros, aunque suelen corresponder a las denominadas genéricamente "baladas") pueden destacarse: en español el pasodoble Suspiros de España (Antonio Álvarez Alonso, 1902, del que deriva En tierra extraña, Manuel Penella, 1927 -interpretado por Concha Piquer-[73]), el bolero Lágrimas negras (Miguel Matamoros, 1929), Se equivocó la paloma (Carlos Guastavino y Rafael Alberti, 1941), Tatuaje (Valerio, León y Quiroga, 1941), la ranchera Soy infeliz (de Ventura Romero, interpretada entre otros por Jorge Negrete -1944-[74] o Lola Beltrán -1976-[75]), la habanera Yo te diré (de Enrique Llovet y Jorge Halpern, para la película Los últimos de Filipinas, 1945), El emigrante (Juanito Valderrama, 1949), Pueblo blanco (Joan Manuel Serrat, 1971),[76] María la portuguesa (Carlos Cano, 1986), Corazón Partío (Alejandro Sanz, 1997); en francés Les feuilles mortes (Jacques Prévert y Joseph Kosma, 1945), Ne me quitte pas (Jacques Brel, 1959) o Que c'est triste Venise (Charles Aznavour, 1964);[77] en inglés Angel Eyes (Matt Dennis, 1946), Rescue Me (Fontella Bass, 1964),[78] Yesterday (Beatles, 1965), Eloise (Paul Ryan, 1968),[79] American Pie (Don McLean, 1972), Piano Man (Billy Joel, 1973), Nothing Compares 2 U (Prince y Sinéad O'Connor, 1985-1990) o Fix You (Coldplay, 2005), etc.[80]Como notable ejemplo, el Taj Mahal (1632–1653) se construyó expresamente con la voluntad de expresar el dolor del emperador Shah Jahan por la muerte de su amada Mumtaz Mahal (1631).En la pintura contemporánea, el tema del lamento está muy presente en algunas destacadas obras, como Guernica (Picasso, 1937).—En efecto —dijo Sancho—, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?—¿Ya no te he dicho —respondió don Quijote— que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura?—Ahí está el punto —respondió don Quijote— y esa es la fineza de mi negocio, que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto ¿qué hiciera en mojado?Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si fuere tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras y, siéndolo, no sentiré nada."), llega a esta razonable conclusión: "¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han hecho mal alguno?Cuando Príamo llega con el cadáver de Héctor a Troya, se producen tres "lamentos fúnebres" en boca de Andrómaca (la esposa), Hécuba (la madre) y Helena (la cuñada, cuyo rapto inició la guerra).Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas viuda en el palacio.No era blando tu padre en la funesta batalla, y por esto le lloran todos en la ciudad.Y ahora yaces en el palacio tan fresco como si acabaras de morir y semejante al que Apolo, el del argénteo arco, mata con sus suaves flechas.Y Helena fue la tercera en dar principio al funeral lamento: —¡Héctor, el cuñado más querido de mi corazón!Con el corazón afligido, lloro a la vez por ti y por mí, desgraciada; que ya no habrá en la vasta Troya quien me sea benévolo ni amigo, pues todos me detestan.Y arrasándosele los ojos de lágrimas, hablóle así al divinal aedo: —¡Femio!