Su obra ha sido traducida al francés, rumano, portugués, italiano, griego, inglés y euskera.
Toda esta formación en diferentes disciplinas se unen en ella siempre en relación con el hecho escénico.
[6] El ideal de esta compañía es tener a los clásicos españoles como máximos referentes culturales y estéticos.
En definitiva: respetar el texto clásico restándole todo aquello que empobrezca el juego teatral.
Su mirada huye del reducido ámbito de los sentimientos personales, para escudriñar las heridas, ocultas bajo aparatosos y sucios vendajes, pero aún no cicatrizadas, que padece la sociedad española.
Los colores que lleva a escena son principalmente marrones, grises, azules y blancos rotos.
La atmósfera es más bien fría y borrosa, como quien mira a través de unas gafas viejas.
Los personajes están sucios y tristes, pero no se ponen delante del espectador para llegar a una versión mejor ni más perfecta de sí mismos, sino para denunciar su situación.
El teatro de Laila está allí donde siga habiendo una fosa común.