Dentro de la Reserva se encuentra la Misión Jesuita Nuestra Señora del Pilar y el Museo Municipal José Hernández.
Luego se cambia su nombre por Nao Lauquen o "Laguna de los cabritos".
No había cabras en la zona pero sí eran muy abundantes los venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus).
La reserva ocupa 687 hectáreas, de las cuales casi la mitad (319 ha) corresponden a la laguna.
Para fines de ese mismo año, los conflictos originados en la ciudad contra los jesuitas que se oponían al vil comercio, fundamentalmente de aguardiente con que los pulperos trashumantes, esquilmaban a los indios en negocios espurios y los graves enfrentamientos entre el gobernador José de Andonaegui y el cacique general Nicolás Cangapol, hizo suponer a los jesuitas que se produciría una sublevación generalizada en estas llanuras orientales, por lo que el padre jesuita Matías Stroebel, párroco a la sazón de la villa, decide emprender el éxodo.
Una vez determinado el lugar aproximado del emplazamiento jesuítico, surge la decisión política de reconstruir o que fue en el XVIII.
Giraron en dirección O.N.O., siguiendo las indicaciones de Falkner, quien había explorado anteriormente la región.
Llegan al Vuulcan y se establecen en un lugar inicialmente no determinado, buscando tomar contacto con los naturales de la zona.
«Halle en las sierras, dice el sacerdote Cardiel, como a trescientos indios, de los que en Buenos Aires llaman Serranos.
Declaré fin de mi venida y vinieron todos al paraje que yo les señalé.
Hasta ese momento, no existen datos concretos que den cuenta de otro topónimo.
Pero tres años después, un hacendado oriental, Ladislao Martínez Castro, tomó posesión y sobre las tierras otrora ocupadas por los jesuitas, fundó una estancia a la que dio el nombre de “Estancia Laguna de los Padres”.
La presencia mapuche en estas regiones se fue haciendo notoria a partir de los primeros años de ese siglo y terminó consolidándose en la tercera década del siglo XIX con la llegada del cacique Juan Calvucura en Salinas Grandes.