[7] Laborem exercens comienza con un argumento basado en las sagradas escrituras sobre que el trabajo es más que una actividad o un bien, sino una parte esencial de la naturaleza humana: El trabajo no es resultado del pecado de Adán, sino que fue dado a la humanidad desde el momento de la creación.
Ya no pueden ser separados, pero aún se puede encontrar el aspecto esperanzador y realizador del trabajo, que Juan Pablo denomina «laboriosidad»: En el mundo moderno existen numerosas situaciones que tienden a degradar la dignidad del trabajo.
Los recursos humanos deben ser considerados dones de Dios, pertenecientes a todos.
[7] Juan Pablo examinó los derechos de los trabajadores en el contexto más amplio y analizó su relación con los empleadores directos e indirectos.
Como los compradores insisten para obtener los precios más bajos posibles, los trabajadores en otras partes del mundo se ven directamente afectados.
Por otro lado, propuso un salario familiar justo para que las mujeres no tuvieran la necesidad de salir a trabajar porque el sueldo del padre de familia no alcanzaba.
También reconoció la necesidad de que el trabajador posea un seguro social y vacaciones.
Sobre las migraciones por motivos laborales, el papa menciona que dejan expuestos a los trabajadores ante la explotación, implican una pérdida para el país de origen de esa persona, y hacen que se pierdan sus raíces culturales.
[11] Laborem exercens finaliza con una sección que considera la importancia del trabajo en la espiritualidad cristiana.