En esta zona proliferaron las fábricas de alpargatas y por las características del trabajo contrataban sobre todo mujeres.
[4] Su momento más floreciente fue entre 1900 y 1918, cuando las fábricas se modernizaron además de contar con trabajos hechos a mano.
[4] Mujeres de los valles, jóvenes en su mayoría, partían en grupo en otoño para regresar en primavera, mayo o junio.
[9] Cuando llegaba la primavera hacían el viaje de regreso por estas rutas, como era difícil el cambio de moneda francesa en España, solían invertir lo que ganaban en el ajuar o enseres para la casa familiar que eran escondidos en puntos seguros de la frontera para evitar controles aduaneros, y después recogidos por sus familiares.
Las trabajadoras españolas eran remuneradas por pieza hecha, en el caso de las francesas su salario era por jornada.
En 1914 el salario de una mujer rondaba los siete francos, frente a los diez que cobraba un hombre.
[3] Una característica de estas mujeres migrantes era la solidaridad intragrupo, nunca iban solas, siempre viajaban en grupo y por recomendación de otras personas mayores que ya trabajaban allí.