Desde la miseria más absoluta llegó al estrellato y casi a la misma velocidad que ascendió se hundió en un ocaso muy oscuro.El Torito de Mataderos vivió rápido y murió joven, porque una tuberculosis terminó con su vida cuando solo tenía 29 años.A los 10 años ya era profesional, lo que le permitía ganarse algunos pesos extras peleando en festivales en cualquier punto de Buenos Aires.Con un estilo arrollador y por momentos desordenado, fue demoliendo rivales, por lo que sus actuaciones comenzaron a convocar cada vez más público.La vieja cancha de River Plate fue el escenario en donde se midió con Julio Mocoroa, al cual venció por puntos.A su vuelta peleó en un Luna Park repleto ante el chileno Estanislao Loayza, al cual le ganó por puntos en una de las mejores peleas de su carrera: registró 24 triunfos, 2 caídas, 1 empate y 1 sin decisión.El local fue demasiado y el Torito de Mataderos cayó en 9 asaltos, lo que fue su primera derrota en el campo profesional.Al día de hoy sus restos permanecen en esa necrópolis, en el panteón de la Casa del Boxeador, donde reposan también figuras como Raúl Landini, Pascual Pérez, Alfredo Prada o, hasta 2013, José María Gatica.El cuento está relatado en primera persona a la manera de un monólogo interior, como si se tratara del pensamiento del propio Justo Suárez, y comienza así: En 1994, en el disco Pampas Reggae, de Los Pericos, se le hace homenaje con el tema "Torito".Además, en ese barrio hay un busto que lo recuerda, en la esquina de Alberdi y Murguiondo.Justo Suárez aparece en la novela La sangre que corre, de Myrtha Schalom, editada en 2012 por Galerna.