Junta Militar de Gobierno de 1930

Este gobierno de facto surgió tras la caída del gobierno de Augusto B. Leguía (conocido como el Oncenio), en la que Sánchez Cerro tuvo papel protagónico, encabezando un pronunciamiento en Arequipa, mientras que en Lima se formaba otra Junta Militar.

Otra medida que le ganó popularidad fue el reparto de raciones a los desocupados.

Sin embargo, la crisis económica, social y política se agravó durante los meses que duró la Junta.

Sánchez Cerro, al verse acorralado, optó por renunciar ante una Junta de Notables reunida en Lima.

La evidente corrupción administrativa, por la que allegados o amigos del presidente se beneficiaron a lo largo del régimen, así como la firma de los tratados con Colombia y Chile con cesión territorial, acentuaron más la oposición al gobierno.

Leguía, en sus memorias, cuenta que en marzo de 1930 firmó el ascenso a comandante del entonces mayor Luis Sánchez Cerro, pese a la desconfianza que este le inspiraba, pero afirmando que lo hizo por recomendación de Foción Mariátegui (considerado el número 2 del leguiísmo) y del general Manuel María Ponce Brousset.

El día domingo 24, Leguía concurrió al hipódromo, como era su costumbre habitual todos los fines de semana.

Sin embargo, desde Arequipa, Sánchez Cerro intimó enérgicamente a la Junta de Lima para que hiciera retornar al Grau.

También se anunciaba una expedición armada proveniente del exterior e integrada por desterrados de la dictadura leguiísta.

Sánchez Cerro, conocido por su fuerte personalidad, se adelantó a todos, y los demás insurrectos terminaron por apoyarlo para que asumiera la dirección del país.

En Lima, había militares que apoyaban a Sánchez Cerro, los cuales tenían como centro la Escuela Militar de Chorrillos.

Se produjeron en Lima grandes manifestaciones populares celebrando la caída del Oncenio y saludando al nuevo líder.

Por algún tiempo fue dirigida por Ignacio A. Brandariz, hasta que dejó de circular, para aparecer años más tarde bajo otro dueño.

Como quiera que el Poder Judicial no inspiraba confianza por haber estado sometido al exdictador, se tomó una medida inédita: crear un tribunal ad hoc.

[21]​ Evidentemente, la conformación de este tribunal era del todo irregular, pues se encargaba de juzgar con dispositivos legales creados con posterioridad a los supuestos delitos cometidos; por consiguiente, aplicaba leyes con carácter retroactivo, algo reñido con la tradición jurídica.

[8]​ La Junta, por razones de «orden moral y político», prohibió dar nombre de personas vivas a poblaciones, calles y edificios públicos, en contraposición a la manía que había tenido Leguía en ese sentido.

Esto, si bien ocasionó malestar en los sectores conservadores del catolicismo, la mayoritaria población católica, en general, no demostró sentirse afectada.

El mismo Sánchez Cerro se declaraba ferviente católico, pese a todo.

Ello implicaba volver a la situación previa y el retorno de la anhelada autonomía universitaria.

[40]​ La Junta creó el reparto gubernamental de raciones a los desocupados, lo que acrecentó la popularidad del gobierno.

Pero esta medida no se llegó a concretar debido al cambio de gobierno.

[41]​ Finalizando ya el año 1930, el país no estaba aún pacificado, puesto que los demás líderes que se habían levantado en contra del gobierno de Leguía complotaban para acceder al poder.

Los manifestantes se enfrentaron a los delegados agrarios, quienes recibieron la peor parte, y debió intervenir la policía para restaurar el orden.

Los opositores del gobierno calificaron a este gabinete como «civilista», en alusión al Partido Civil, ya que Beingolea era un antiguo empleado de la hacienda Tumán, propiedad de la familia Pardo, con la que también estaba emparentado.

Estaban al mando del general Pedro Pablo Martínez, que contaba con 30 oficiales a su favor, más unos 300 subordinados.

Los rebeldes fueron rápidamente reducidos por las fuerzas gobiernistas, que contaban con el respaldo de la población chalaca.

Se dijo al principio que se trataba de los leguiístas, por la relación que Martínez había tenido con el régimen anterior (una relación que, por lo demás, había sido solo de fidelidad al orden establecido, tal como Martínez lo había demostrado anteriormente cuando defendió al presidente José Pardo y Barreda del golpe de Estado del mismo Leguía en 1919).

Otra versión decía que había sido para apoyar al coronel Aurelio García Godos.

[51]​ Las guarniciones de Puno y Cusco que se habían alzado, al no tener caudillo, brindaron su apoyo a David Samanez Ocampo, el viejo montonero apurimeño, que un tanto presionado, aceptó el encargo y se dirigió a Arequipa.

Los arequipeños se prepararon para la resistencia, minando el puerto de Mollendo y la línea férrea a Arequipa.

Augusto B. Leguía , presidente del Perú de 1908-1912 y 1919-1930.
El comandante Luis Miguel Sánchez Cerro con la multitud en Arequipa, el 22 de agosto de 1930.
General Manuel María Ponce Brousset , jefe de la Junta Militar que sucedió a Leguía.
La Junta Militar de Gobierno, luego de su juramentación. De izquierda a derecha: el comandante Alejandro Barco (Guerra); el coronel Ricardo Llona (Hacienda); el coronel Eulogio Castillo (Fomento); el coronel Ernesto Montagne (Relaciones Exteriores); el teniente coronel Luis M. Sánchez Cerro, presidente de la Junta; el mayor Gustavo Jiménez , vestido de civil (Gobierno y Policía); el coronel Armando Sologuren (Justicia e Instrucción); y el capitán de fragata Carlos Rotalde (Marina y Aviación).
Luis Miguel Sánchez Cerro, presidente de la Junta de Gobierno de 1930 a 1931.
Saqueo de la casa del presidente Leguía.
Sánchez Cerro junto a Edwin W. Kemmerer , economista estadounidense a cargo de la misión Kemmerer en 1931.
El comandante Luis Miguel Sánchez Cerro, dirigiéndose al pueblo desde un balcón del antiguo Palacio de Gobierno , al fondo se puede apreciar el Palacio Arzobispal de Lima .
Luis Sánchez Cerro y su gabinete de gobierno, 1931.
Monseñor Mariano Holguín , en su calidad de presidente de la Junta de Notables, se encargó por algunas horas del poder luego de la renuncia de Sánchez Cerro.