Juliana, que todavía no había cumplido los 15 años de edad, se vio obligada a convertirse a la fe ortodoxa rusa, y en el proceso tomó el nombre de Ana Fiódorovna al bautizarse en dicha fe.
Constantino, un muchacho inmaduro y tosco, hizo que su joven esposa se sintiese inmensamente desgraciada.
Poco después, sin embargo, volvió a Rusia en un intento infructuoso de reconciliarse con el gran duque.
El padre del niño fue posiblemente Julio-Emilio de Seigneux Gabriel, un noble francés.
Dos años más tarde, en 1814, su todavía marido, el gran duque Constantino, trató de conseguir que regresase a su lado, pero la firme oposición de la gran duquesa impidió que este intento tuviera éxito.